Ya en los siglos XVI y XVII se comienza a tener presencia de la industria jabonera en la Provenza. A mediados del XVII en la zona de Marsella existían siete fábricas y Colbert para proteger la producción decide fijar las características del producto con un edicto. Esto hace que que quede garantizada la calidad del mismo y que los jaboneros de la zona adquieran cierto renombre.
El tiempo avanza y a principios del XIX existen sesenta fábricas por lo que hay una producción elevadísima ya que se han perfecionado los sistemas de fabricación gracias a la mecanización, convirtiéndose así Marsella en la primera ciudad productora de toda Francia con 108 jabonerías en la zona, 14 de ellas en Salon-de-Provence.
Al estallar la segunda guerra mundial la economía se mueve hacia jabones que provienen de París e Inglaterra y que son menos costosos, a pesar de que el interés que producen los beneficios del jabón de Marsella van en aumento. Actualmente tan sólo permanecen cuatro jabonerías en la zona.
Existen dos tipos, uno verde y otro blanco. El verde está hecho con aceite de oliva al que además se le añaden aceites de copra y de palma. El blanco en vez de aceite de oliva, lleva aceite de cacahute y no llevan ni colorantes ni nada sintético. Se elabora en un caldero, se mezcla la sosa y los aceites, se hace la masa, se le extraen los residuos, se cuece, se alarga, se cuela, se trocea y se estampa por las seis caras con el nombre de la jabonería.
Suele venderse en cubos de 600grs. aunque hoy en día existen otras presentaciones y aromas.
Es un jabón hipoalergénico, no irrita la piel, muy bueno para su uso en el afeitado y en pieles sensibles. Para el lavado de ropa, cura de heridas, eczemas, excelente antiséptico y antibacteriano.
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